Trump, aranceles y la inflación: Cómo destruir una economía sin disparar una bala

Señoras y señores, si creían que la economía colombiana ya estaba en terapia intensiva, les traigo noticias: la ambulancia se estrelló, el conductor huyó del país y la única enfermera disponible está en huelga porque le pagan con promesas.

Hoy vamos a hablar de los aranceles que Trump impuso al mundo, cómo afectan a Colombia y por qué deberías empezar a aprender a cultivar tu propia comida antes de que el salario mínimo solo alcance para comprar una ración de arroz con huevo y una suscripción a Netflix… con anuncios.

Para entender por qué Trump decidió imponer aranceles a todo lo que respira fuera de Estados Unidos, tenemos que recordar su mantra: «America First». Lo que en lenguaje político se traduce como: «Los gringos primero, y el resto que se aguante». Y cuando digo «el resto», incluyo desde Colombia hasta ese país imaginario que los niños inventan cuando juegan con plastilina.

La idea es simple: si importas productos extranjeros, págale un impuesto al gobierno estadounidense. De esta manera, las empresas dentro de EE. UU. parecen más competitivas y la economía se fortalece.

Eso, en teoría. Porque en la práctica, los aranceles son como pegarse un tiro en el pie y luego felicitarse por la puntería. Y si pensabas que esto no te afectaba porque «en Colombia no fabricamos nada», sorpresa: exportamos café, flores, petróleo y hasta políticos corruptos en busca de asilo fiscal.

Colombia, como buen país en vía de desarrollo, no solo importa lo que no produce, sino que también exporta lo poco que tiene. Y aquí entra la joya de la corona según algunos: el aguacate. Sí, ese mismo que Petro nos vendió como «el oro verde de Colombia» y que, si fuera tan valioso como dijo en campaña, hoy deberíamos estar bañándonos en piscinas llenas de guacamole y no en deuda externa.

Pero la realidad es otra. Según ANALDEX, en 2024 las exportaciones de aguacate sumaron 310 millones de dólares, con EE. UU. representando apenas el 23,4% de ese total. Mientras tanto, según el DANE, las exportaciones de petróleo y sus derivados en 2024 alcanzaron los 15.024 millones de dólares, a pesar de que el gobierno actual quisiera que desapareciera del mapa.

O sea, mientras nos prometieron que el futuro de Colombia sería verde y sostenible, la realidad es que dependemos más del «oro negro» que de los aguacates de exportación. Al final, el aguacate de Petro es como su discurso: verde, bonito, pero sin la consistencia suficiente para sostener una economía. En cambio, el petróleo, ese recurso que tanto desprecian, sigue siendo el que paga las cuentas.

Y aquí está la ironía: mientras el gobierno quiere alejarse del petróleo, no ha encontrado cómo reemplazar sus ingresos. Así que cada vez que suben los aranceles en EE. UU. y el petróleo sufre restricciones, el déficit fiscal colombiano se agranda más rápido que las promesas incumplidas de campaña.

Pero tranquilos, que la oposición tampoco tiene la solución. Mientras critican al gobierno actual por su falta de estrategia económica, sus propuestas no son más que refritos de ideas igual de inútiles. Nos dicen que hay que atraer inversión extranjera, pero en cuanto les conviene, sacan el discurso nacionalista de «proteger la industria local». En resumen, el problema no es de izquierda ni de derecha, sino de políticos que hablan mucho y hacen poco.

El peso colombiano tiene un problema: es más débil que un influencer sin internet. Y cuando digo débil, me refiero a que tiene menos estabilidad que una mesa con tres patas y una de ellas está hecha de papel higiénico mojado.

Cada vez que hay incertidumbre global, cada vez que un político abre la boca sin pensar, el peso se desploma. Y los aranceles de Trump solo han acelerado su caída libre.

Para ponerlo en perspectiva: si hace unos años podías comprar un iPhone con el sueldo de tres meses, hoy necesitas hipotecar a tu mascota para poder pagar los impuestos de importación. Y a este paso, en un par de años, un café en Starbucks va a costar lo mismo que un semestre en la universidad pública… bueno, si es que todavía existe la universidad pública.

Ahora hablemos del verdadero monstruo de esta historia: la inflación.

Si el peso se devalúa, importar productos se vuelve más caro. Si los productos importados son más caros, los comerciantes suben los precios. Si los precios suben, el salario mínimo deja de servir para algo más que comprar tres huevos y un tinto.

Es un ciclo que solo tiene dos salidas: o la economía se recupera milagrosamente, o aprendemos a sobrevivir a punta de trueques y rezos.

Entonces, ¿qué nos espera?

Algunos optimistas dirán que la economía se reacomodará, que las relaciones con EE. UU. mejorarán y que el dólar bajará.

Pero si eres un poco más realista, sabrás que la inflación seguirá subiendo, el peso seguirá cayendo y los políticos seguirán prometiendo soluciones que nunca llegan.

Así que mi consejo es simple: invierte en comida enlatada, hazte amigo de un campesino y aprende a sobrevivir con menos. Porque con o sin Trump, con o sin aranceles, el que siempre pierde en este juego… eres tú.

Pedro Pablo Gómez Méndez
4.6/5 - (5 votos) ¿Le resultó útil este artículo?
Lee también:

Publicaciones relacionadas

Botón volver arriba