PÍLDORAS PARA LA MEMORIA
En el momento en que escribo esta columna, ya es un hecho la captura de Andrés Calle Aguas, representante a la Cámara por Córdoba y la figura joven más prominente de la política de los últimos ocho años. Lo conozco desde niño, gracias a los lazos históricos de amistad que nuestras familias han cultivado durante 55 años. Su abuelo, un gran hombre liberal antioqueño, llegó a romper montañas al sur de Córdoba, más exactamente en Tierradentro, corregimiento de Montelíbano, donde nació su padre, Gabriel, gran amigo de infancia, a quien mi familia y yo guardamos gran estima.
La captura de Andrés, expresidente de la Cámara y a quien apoyé en sus dos elecciones a esta corporación, marca un hito. Fui yo quien facilitó la coalición con el senador Fabio Amin en un restaurante de Montería, el último día hábil para la inscripción de candidatos. Los detalles de ese episodio, así como los de su llegada a la campaña del hoy presidente Gustavo Petro, a quien presenté personalmente a Andrés en mi oficina de la calle 21, en la sede de la cadena radial La Piragua, los contaré en otra columna. Recuerdo las palabras del entonces candidato Petro tras la entrevista que le hice: “Pero eres casi un niño”. Y no era para menos: Andrés fue elegido a los 26 años y es conocido como “el pollito del San Jorge”, su región natal.
Andrés, un joven estudioso y de gran valía, no se amedrentó ante el reto de asumir un cargo tan importante a temprana edad. Su carisma superaba al de su hermano mayor, Gabriel Enrique, quien, por ser el mayor, parecía el candidato natural. Sin embargo, situaciones familiares internas, que mi madre, Magola Gómez, y yo ayudamos a resolver días antes de la primera inscripción, y que jamás revelaré, llevaron a que se decidiera por Andrés. Esto tranquilizó a doña Carmen Aguas y a Gabriel padre, quien aspiraba al Senado y de cuyo debate yo era jefe. Ese sábado, horas antes de la inscripción modificatoria de candidatos, surgió el nombre de Andrés, confirmado el lunes por Gabriel Enrique a las 9 de la mañana. Inmediatamente, puse en marcha el operativo para incluir a Andrés en la lista liberal, aunque inicialmente se había considerado el Centro Democrático, posibilidad que discutí con el presidente Uribe y el senador Daniel Cabrales. Sin embargo, en una reunión en el apartamento del senador Cabrales, un grupo de “puristas uribistas” vetó la entrada de los Calle argumentando que sería una derrota segura. No mencionaré nombres, pero ellos saben quiénes son y cómo su decisión marcó el destino del actual representante.
Estando en mi casa de campo en Purísima, Córdoba, el senador Fabio Amin me visitó y me pidió incluir a mi hija, Gina Gómez, en la lista como cuota femenina. Acepté tras consultar con el presidente Gaviria. Sin embargo, minutos después de que Amin dejara mi casa, me notificaron que los Calle habían cambiado de postura y sí presentarían un candidato. Llamé a Amin y le dije: “Tu suerte cambió, tengo una solución más efectiva: los Calle harán fórmula contigo”. El resto es historia. Nos reunimos en La Bonga del Sinú y logramos inscribirlo, no sin antes sortear las trabas de la delegada departamental. Con llamadas de Amin y una intervención directa del presidente Gaviria al registrador nacional, se superó la resistencia de una funcionaria parcializada con los López Gómez y la oposición de la doctora Arlet Casado, quien tenía su propio candidato. Este encuentro con Amin cambió radicalmente la historia del grupo López y del Partido Liberal. Amin se convirtió en senador gracias a los votos determinantes de los Calle, y Andrés en representante gracias a los votos de Amin y a la oportuna intervención mía y de mi comadre Margarita Andrade, empresaria y dirigente política de Córdoba.
Estas píldoras para las mentes olvidadizas deberían servir de recordatorio para las futuras generaciones que formen coaliciones.
Deseo que al joven representante, de 33 años, no se le trunque su carrera, que se le garanticen las condiciones para defenderse y que lo obvio y reprochable del actuar de la Corte —detenerlo sin una resolución de acusación— no destruya su honor ni su trayectoria. Porque, aunque sea absuelto, su nombre difícilmente recobrará el brillo de años anteriores. La justicia nuestra, en Colombia, es una mierda, pero es nuestra mierda con la que nos toca lidiar el día a día.
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