Mockus

Por: Nelson Castillo

No conozco personalmente a Mockus ni he tratado jamás con él. Siendo alcalde de Bogotá se cruzó en mi camino en la entrada o salida de un pabellón de la Feria Internacional del Libro de Bogotá, hace tantos años que, para mí, sin embargo, mirados al trasluz de la nostalgia, parecen pocos, como si hubiera sido ayer. Su solo paso a mi lado, su gentil saludo, cuando él salía y yo entraba, dejó en el ambiente el denso efluvio de un animal grande. Desde cuando ingresó en el mundo escabroso de la política y dejó atrás la apasionante labor académica, ha demostrado no tener una concepción marxista de la historia.

El marxismo, según el poeta nicaragüense Ernesto Cardenal, coincide con los principios del cristianismo. Para Cardenal, el marxismo (cito su metáfora de memoria) es el riel sobre el que rueda el tren del cristianismo.
Mockus tampoco es de izquierda, chapa que no le gusta ni cinco a Tulia Mercedes Barretto, quien ya no necesita de subtítulos de parentesco para ser reconocida en el escenario político de Colombia, pues admite que su actividad política no puede ser encajonada de un solo brochazo en el esquema antinómico de la derecha y la izquierda, que se maneja con suma facilidad, sin matices, en Colombia, ya que su decisión de convertirse en candidata a la Alcaldía de Buga en representación de la Colombia Humana no está sostenida por otros motivos diferentes a los de sus principios cristianos.

Lo de Mockus, lo ha demostrado a lo largo de su vida pública, no es el desvelo por un cambio de modelo económico en Colombia. Tampoco la lucha por la igualdad social. El meollo de su actividad política ha sido la cultura ciudadana, el ejercicio de una pedagogía sociológica para transformar la cultura, sobre todo la de los bogotanos, a quienes a finales del siglo veinte enseñó a utilizar los puentes peatonales, darles la importancia que se merecen, y a respetar las cebras de los semáforos. Pero su eslogan estelar de campañas, “La vida es sagrada”, vincula también su política a la esencia del cristianismo.

Mockus es filósofo y matemático, fusión que para algunos puede resultar explosiva. Muchos lo recuerdan por la irreverencia con que irrumpe contra las convenciones establecidas. En Bogotá lo veneran, porque siendo Alcalde no se robó cinco centavos, y prefirió dejar la plata del presupuesto intacta en los bancos para no tener que transar con los concejales corruptos que pedían sus tajadas a cambio de aprobar sus proyectos. En su paso por el Congreso trató, a través de estrategias pedagógicas, irradiar en los corazones de los congresistas una luz de reconciliación, incluyendo a los del CD.

Para Mockus, Colombia, desde su perspectiva lituana, debe parecerle un país sumamente atrasado, donde aún hay que clamar sin desaliento por el respeto de la vida humana. El Consejo de Estado le haría un bien al país si fallara a favor del restablecimiento de su curul en el Senado.

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