Libre comercio, libre circo y libertad condicional para el pensamiento

Mientras Elon Musk, ese Tony Stark sin carisma ni filtro ideológico, sueña con una zona de libre comercio entre Estados Unidos y Europa, en Colombia debatimos si los consejos de ministros deben ir por RCN, Caracol o directo a OnlyFans, que al menos paga mejor. Musk, entre fábricas de cohetes, memes de Dogecoin y sus hijos con nombres de captcha, habla de tumbar barreras económicas para que el comercio fluya como whisky en la mansión de un libertario. Nosotros, con suerte, conseguimos que corra el agua en La Guajira.
Musk quiere borrar aranceles entre potencias. Nosotros apenas borramos lo que queda de Estado en los corregimientos. Él imagina un Occidente unido, productivo, sin fronteras comerciales. Nosotros nos enredamos en culpas: ¿el dólar sube por Petro tuiteando con el hígado, por Uribe evocando sus días de gloria, o por el centro, ese holograma moral que nunca decide nada?
Colombia tiene más tratados de libre comercio que hospitales funcionando. Firmamos TLC como quien se tatúa en una borrachera: muchos, dolorosos y sin saber para qué sirven. ¿Exportar qué? ¿Yuca emocional? ¿Café con discurso? ¿Petróleo con sobreprecio y licitación dudosa? Soñábamos con ser un tigre latinoamericano, pero el único felino que nos quedó fue el gato encerrado en cada contrato.
Mientras Musk planea vender Teslas sin impuestos en París, nuestra política local es una ópera bufa. Petro dirige consejos de ministros como el director de una telenovela barata: El gabinete de la esperanza por Señal Colombia, auspiciado por PowerPoint, micrófonos defectuosos y la fe ciega en que la narrativa sustituye a la gestión.
Pero llegó la justicia —esa señora ciega, con bastón y sospechosamente parcial— y dijo: “basta de reality político en horario estelar”. RCN y Caracol ya no transmitirán los consejos de ministros. Una pérdida irreparable para la cultura pop criolla. ¿Con qué llenarán los noticieros? ¿Noticias reales? ¿Periodismo de verdad? No jodan.
La oposición celebró como si hubiera ganado un Mundial ético, pero sigue siendo la misma: herederos de la parapolítica, fans de un libre mercado que solo castiga a los pobres, devotos de la empresa privada hasta que toca pedir subsidios. Petro, en cambio, grita censura, aunque gobierna como si Twitter fuera una rama del Congreso. Y el centro, fiel a su vocación, aplaude lo que sea con tal de no pensar.
La política nacional, esos templos del lloriqueo con cortinilla dramática, se indignan por perder o por ganar el culebrón ministerial. Pero nunca se preguntaron por qué no cubren un debate técnico sobre presupuesto. Eso no vende. Lo que vende es Petro alzando la voz, Uribe jurando que él sí sabía gobernar mientras firma pactos con la ultraderecha y los liberales hablando de paz al mismo tiempo que suben impuestos al aire que respiramos.
Musk sueña con Marte y mercados sin trabas. Nosotros soñamos con que la EPS no nos mate antes de la cita médica. Él promueve innovación. Nosotros debatimos si el comunismo llegó en forma de frijoles subsidiados. Él quiere libre comercio. Nosotros necesitamos libre pensamiento.
Colombia no necesita otro TLC. Necesita un TLD: Tratado de Libre Dignidad. Porque ni la izquierda, que confunde transformar con improvisar, ni la derecha, que cree que el país se arregla con Biblia, billete y bala, ni el centro, eternamente atrapado en su comité de aplausos, parecen capaces de gobernar sin convertirnos en un reality grotesco. Y si Musk insiste con su libre comercio, que empiece por aquí: puede llevarse gratis a todos nuestros políticos. Sin devolución, por favor.

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