Por: Nelson Castillo
El mundo es más comprensible y sólido cuando la verdad sale a flote. Hay algo de justicia y de orden cuando se saben las cosas. El contexto de la justicia es la claridad, jamás la oscuridad del misterio. La organización, la corrección, el desarrollo, el amor, necesitan de la luz de la verdad. La verdad es una columna que sostiene la estructura de la vida cotidiana. La mentira, en cambio, viene a ser la tierra movediza que vuelve frágil las relaciones de los seres humanos, hace de la sociedad un escenario insostenible.
Para que Tebas dejara de padecer el azote implacable de los dioses, fue necesario que el rey Edipo, impelido por el pueblo, por el vidente invidente de la ciudad, Tiresias, emprendiera una investigación rigurosa contra un crimen impune. Tal investigación llevada hasta el final lo condujo a sí mismo. Se trató de una investigación, quizás la única en la historia de la humanidad, donde la verdad construida (la verdad es una construcción) por el investigador lo lleva a sí mismo, es decir, el cazador se convierte en presa cazada. Era Edipo, y no otro, el que había asesinado sin querer a su padre Layo, rey de Tebas, y sembrado en el vientre de su madre Yocasta después de casarse con ella, sin conocer su identidad, claro está, como lo había vaticinado el Oráculo de Delfos.
Sólo al revelarse la verdad sobre un crimen atroz que se había cometido contra aquella ciudad, los dioses aplacarían las furias que habían desatado sobre ella. Edipo, al saberse culpable, se propinó a sí mismo su merecido castigo, sacarse los ojos, con el fin de salvar a Tebas. Sófocles inauguró con “Edipo, rey” el género policiaco en la literatura clásica y universal.
El papel de la JEP, por encima de todas las cosas, consiste en sacar la verdad a flote para que Colombia pueda vivir en paz. Los que quieren acabarla es porque no gustan de la verdad, ignoran su efecto purificador. No veo otra causa distinta. La verdad libera. Y no veo por qué aquellos que cargan un enorme peso en la conciencia rehúsen liberarse a través de la plenitud de la verdad.
Descreer de las instituciones estatales y privadas ha hecho de los colombianos unos seres huérfanos, sin ninguno asidero moral de dónde agarrarse. La corrupción de las instituciones les ha hecho creer que todo está permitido y que, además, este país no tiene remedio.
Contra viento y marea, la JEP tendrá que mantenerse en pie como un instrumento especial de justicia en pos de establecer las verdades y señalar los responsables de crímenes atroces cometidos en el barro nauseabundo de la guerra, en medio de una degradación que duró más de cincuenta años. Mientras no se establezca la verdad, seguiremos padeciendo la furia de los dioses, como Tebas.