DAVID SÁNCHEZ JULIAO: LA VOZ QUE NOS NARRÓ A TODOS
Introducción: una deuda de palabras
Hablar de David Sánchez Juliao es recorrer los caminos del Sinú con los pies descalzos, dejarse abrazar por la risa profunda de los personajes que habitan nuestras plazas, hamacas y silencios. Con David, la palabra dejó de ser un privilegio de los eruditos y regresó al pueblo: al pescador, al cachaco perdido en la sabana, al palomo que sueña con el amor. Tuve el honor, como presidente del Consejo Superior de la Universidad de Córdoba, de participar en la entrega del Doctorado Honoris Causa en Español y Literatura a este gigante de las letras caribeñas. Me acompañaron el escritor José Luis Garcés González, académicos y directivos del alma máter. Desde el recuerdo y la gratitud, escribo estas líneas como homenaje, análisis y testimonio de quien fue, es y seguirá siendo David Sánchez Juliao: la voz que nos narró a todos.
Origen y formación: la forja de un narrador popular
David nació el 24 de noviembre de 1945 en Lorica, Córdoba, en el corazón del bajo Sinú, tierra de mojarras, cumbias, atardeceres lentos y memorias orales que resisten el olvido. Desde niño se empapó del habla cotidiana, del cuento sabanero, de la picardía y la sabiduría que fluyen como el río Sinú. Su vocación por contar historias no fue una elección académica, sino una necesidad existencial, una deuda con su gente, su infancia y su tierra.
La literatura como espejo y grieta: obras esenciales
La obra de David Sánchez Juliao, compuesta por cuentos, novelas, crónicas y relatos orales, es un patrimonio cultural del Caribe colombiano. Sus textos no solo narran anécdotas; configuran una cartografía de las emociones, frustraciones, esperanzas y contradicciones de la gente común. A continuación, una reseña crítica de algunas de sus obras fundamentales:
Cachaco, palomo y gato
Este relato, quizá el más emblemático, narra el choque cultural de un bogotano —el “cachaco”— que llega al Caribe y se enfrenta a la idiosincrasia costeña con asombro, desconcierto y, finalmente, admiración. El humor sutil y la mirada crítica convierten este texto en una metáfora de Colombia: una nación fragmentada que debe aprender a reconocerse.
El Flecha
Una historia sobre la marginalidad, la delincuencia juvenil y la violencia urbana, que se adelantó a su tiempo. El Flecha es un testimonio de los olvidados por el Estado, abrazados por la miseria. El protagonista, un boxeador, narra su vida con un tono jocoso; es víctima y verdugo, carne de cañón de una sociedad que solo lo recuerda cuando ya es tarde.
Abraham al humor
Un homenaje a la inteligencia y sagacidad del inmigrante sirio-libanés, personificado en el popular Abraham. Con humor inteligente, el libro ofrece reflexiones escondidas en la oralidad de su “Lorica Saudita”, como él la llamaba. Abraham no es un bufón: es un inmigrante sagaz, próspero e irreverente.
Mi sangre aunque plebeya
Novela histórica y social que retrata la construcción de la identidad costeña a partir de la herencia árabe, negra, indígena y europea. Es un relato de hibridación cultural, migraciones, resistencias y dignidad.
Pero sigo siendo el rey
Aquí, el autor profundiza en los arquetipos del poder, el ego, la corrupción y la lucha interna del hombre por mantenerse fiel a sí mismo. Son retratos psicológicos disfrazados de humor popular.
Porque me llevas en canoa, papá
Una de sus obras más íntimas, un relato de amor filial y aprendizaje de la vida a través de la figura paterna, con el río como metáfora del tiempo y el destino. Es un canto a la ternura masculina.
El alma de sus personajes: ecos de un país plural
Los personajes de David no son invenciones, sino reconstrucciones literarias de personas reales: el abuelo sabio, el vecino jactancioso, el político tramposo, el pescador resignado, la mujer rebelde, el emigrante que añora. Sus nombres —Abraham, el Flecha, el Cachaco, Palomo, Gato— tienen la fuerza simbólica de los mitos. Hablan como la gente de la calle, pero piensan con profundidad. En ellos se refleja el dolor del desarraigo, la risa del sobreviviente, la nostalgia del que parte y del que se queda. David logra algo excepcional: que un lector mexicano, chileno, español o alemán vea en esos personajes a su propio vecino.
En sus cuentos no hay artificio: hay ritmo, cadencia oral y resistencia a la solemnidad. Sus protagonistas desafían la linealidad narrativa; entran y salen, hablan con el lector, ríen, lloran, filosofan sin saberlo. Esa es la marca de su literatura: popular, pero nunca populista; sencilla, pero no simplista.
Narrador de la oralidad y la radio: la voz que atraviesa el tiempo
Uno de los mayores logros de David fue llevar sus relatos a la radio. Durante décadas, miles de colombianos lo escucharon narrar sus cuentos con su propia voz. Sus grabaciones eran esperadas como telenovelas. Su acento cordobés, su entonación, su forma de decir “ve” o “carajo” crearon una identidad sonora que lo convirtió en leyenda. La radio y las cintas de casete fueron su plataforma democrática, con la que cruzó ríos, montañas, cárceles y universidades, llegando a públicos que nunca habrían leído un libro, pero que jamás olvidaron sus historias.
David Sánchez Juliao, el diplomático: la cultura como embajada
David no se limitó a las letras; fue también servidor público y diplomático de carrera. Se desempeñó como embajador de Colombia en India y Egipto. Desde esas tierras milenarias promovió el folclor, la lengua y el arte colombiano con una sensibilidad única. No llevaba solo corbata y protocolo: llevaba tambor, sombrero vueltiao y cuentos. Hizo de la diplomacia una extensión de su narrativa: un ejercicio de diálogo, respeto e intercambio cultural.
Doctor Honoris Causa: la Universidad de Córdoba y un acto de justicia
En una ceremonia solemne, pero profundamente emotiva, la Universidad de Córdoba otorgó el título de Doctor Honoris Causa en Español y Literatura a David Sánchez Juliao. Aquel acto no fue solo académico, sino un gesto de justicia histórica. Junto a Juan Gossain y Manuel Zapata Olivella, David representaba lo mejor de nuestras letras vivas: el periodismo, la oralidad, la novela, la investigación, el cuento y la poesía popular.
La decisión fue unánime. Como presidente del Consejo Superior, sentí el orgullo de entregarle ese título no solo a un escritor, sino a un amigo del alma, un hijo ilustre de Lorica, un embajador de nuestras letras. David recibió el honor con una humildad que conmovió a todos. Con la voz entrecortada, agradeció y dijo que ese título no era suyo, sino de su gente, de sus personajes, de su río, de su pueblo.
Legado, influencia y vigencia
David Sánchez Juliao sigue hablando en cada narrador oral, en cada joven que escribe desde la provincia, en cada cuentero que sube a una tarima. Su obra se lee en universidades, pero también en escuelas, ferias populares y clubes de lectura. Ha sido traducido al inglés, al alemán, al portugués, y estudiado por lingüistas, antropólogos, literatos y filósofos. Pero, sobre todo, ha sido amado por el pueblo.
Su humor no envejece. Su denuncia social sigue vigente. Su fe en la palabra como herramienta de transformación cultural continúa iluminando caminos. En una época en que la literatura a veces se torna elitista, David nos recuerda que escribir también es escuchar, recordar y reír.
Conclusión: el eterno contador de cuentos
David Sánchez Juliao murió el 9 de febrero de 2011, pero no se fue. Mientras haya una risa en medio del dolor, un niño preguntón, un abuelo narrador o un lector emocionado, David seguirá contando cuentos. Seguirá habitando el corazón de Colombia.
Hoy, al mirar atrás, me honra haber contribuido a su reconocimiento académico. Pero me honra más haberlo conocido, escuchado y sentido. David fue —y será— la voz que nos narró cuando nadie lo hacía. La voz que convirtió a Lorica en el ombligo del mundo, al pescador en filósofo, al pueblo en literatura. En él vive lo mejor de nosotros.
Que este ensayo sirva no solo como homenaje, sino como una invitación a leerlo, enseñarlo y recordarlo. Porque David Sánchez Juliao no fue solo un escritor del Caribe: fue un escritor del alma.
POR: FÉLIX MANZUR JATTIN
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