Por: Horacio Garnica Díaz.
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Antes de ser república independiente y después de serlo; Colombia no ha vivido un segundo en paz. La violencia ha sido una especie de maldición apocalíptica. Y, en esa lógica macabra muchos colombianos se inspiran en Atenea, diosa de la guerra.
Ejemplo ilustrativo, de tantos, sobre la idiosincracia violenta de muchos colombianos, es el notable y absurdo triunfo del NO, en el plebiscito del 2 de octubre de 2016, donde se preguntaba, diga SI o No al Acuerdo de paz entre el gobierno y la FARC. Ganó el NO. Ese NO fue un SÍ a la guerra y a la violencia.
No hay duda, estos son los mismos que hoy se oponen a la propuesta de paz total del presidente Petro. Supuestamente por un falso y exegético apego a la justicia, a la ética, a la moral y a las buenas costumbres, como si sus vidas fueran un crisol inmaculado; como dicen nuestros campesinos: “A otro perro con ese hueso”.
Y, sino requieren de la paz total, ¿por qué no prescinden de las camionetas blindadas y de los esquemas de seguridad los que gozan de esta especial protección?
La violencia llegó a nuestras tierras procedente de España mediante la conquista y la colonización con el carácter de empresa
económica, política, cultural y religiosa, en el escenario de desarrollo y expansión del capitalismo mercantilista.
La tarea inicial de los conquistadores y los misioneros fue doblegar la erguida resistencia indígena. Es así como “la resistencia es decidida y valiente, suicida a menudo, de aquellos hombres y mujeres desnudos e indefensos que luchaban contra las armas de fuego, los caballos y los perros amaestrados cebados en indios, cosa de gran crueldad, que los despedazaban bravamente”. Las mujeres se provocaban abortos para que sus hijos venideros no padecieran la ferocidad de la conquista y la colonización.
En esta línea de lucha, la cacique la Gaitana, al mando de los paeces, funda la primera confederación de tribus como clara expresión de resistencia organizada. De este episodio
de incalculable crueldad, ocurrido entre 1519 a 1819; la población indígena calculada en cuatro millones, quedó reducida a 130.000 indígenas.
La resistencia de los esclavos también fue valiente. Son destacables las grandes sublevaciones de esclavos negros transcurridas entre 1596 y 1606 en Zaragoza, Marinilla, Ríonegro, Cartagena, Mompox, Tenerife y Tolú. Los esclavos huían de las minas y las haciendas, para formar palenques. A sus descendientes toda nuestra admiración, reconocimiento y respeto.
En todo el decurso de la historia patria hay un sartal de guerras; entre ellas: la guerra de la Independencia y las guerras inter oligárquicas, entre 1810 y 1819 y las guerras separatistas (1830). Tras varias revueltas, la oligarquía de Venezuela y Ecuador asesinan al general Sucre. Se independizan y se disuelve La Gran Colombia; la guerra de los Supremos (1839-1841).
Caudillos militares y caciques de provincia se rebelan contra el gobierno civil de José Ignacio Márquez y adoptan el nombre de jefes supremos. Y, el sartal bélico continúa con la guerra conservadora y el clero (1852), que consistió en una campaña de los terratenientes esclavistas conservadores y el clero, contra las reformas liberales. Sigue la guerra civil de 1854, originada por el golpe del comandante general del ejército José María Melo (último general bolivariano), apoyado por una coalición de militares y civiles conservadores y liberales, se tomaron a Bogotá en los ocho meses de guerra
civil.
La cadena de guerras no termina. Sigue la guerra de federalistas y centralistas entre 1860 y 1863. Y, qué decir de las 54 guerras civiles durante 20 años (1864-1884) disputándose entre los partidos la administración del Estado. Estas 54 guerras están distribuidas así: 14 de conservadores contra liberales; 2 de liberales contra liberales y 38 de liberales contra conservadores.
Cierro esta cronología de violencia con la Guerra de los Mil Días (1899-1902). Este historial de guerras descritas y las violencias contemporáneas no contadas en esta columna, comprendidas entre 1902 hasta nuestros días, y causantes de incontables violaciones, sufrimientos y muertes, son fuertes argumentos para generar, si es necesario, una gran movilización social en apoyo a la propuesta de la paz total del presidente Petro, cuando sea necesaria en el momento que se pretenda obstaculizar el cambio conducente a convertir a Colombia en una potencia mundial de la vida.
Montería, La Perla del Sinu, agosto 14 de 2022.